| Bendice, alma mía, al Señor,y todo mi ser a su santo nombre.
 2 Bendice, alma mía, al Señor,
 y no olvides sus beneficios.
 3 El perdona todas tus culpas,
 y cura todas tus enfermedades;
 4 él rescata tu vida de la fosa
 y te colma de gracia y de ternura;
 5 él sacia de bienes tus anhelos,
 y como un águila se renueva tu juventud.
 6 El Señor hace justicia
 y defiende a todos los oprimidos;
 7 enseñó sus caminos a Moisés
 y sus hazañas a los hijos de Israel.
 8 El Señor es compasivo y misericordioso,
 lento a la ira y rico en clemencia;
 11 como se levanta el cielo sobre la tierra,
 se levanta su bondad sobre sus fieles.
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    |     Himno de alabanza a la misericordia de Dios.En primer lugar el salmista agradece los beneficios que él ha recibido de Dios: el perdón de sus pecados, la salud, la vida, la misericordia y el amor (1-5).
 A continuación proclama que esos beneficios que él ha recibido revelan el ser de Dios y su modo habitual de obrar manifestado a través de la historia (6-13).
 El perdón no es sólo una exigencia de Dios para los miembros de su pueblo; es, antes que nada, expresión reiterada una y mil veces del amor de Dios: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia». Es la definición que, según el libro del Éxodo, Dios da de sí mismo en el momento de la renovación de la Alianza: «El Señor pasó ante él [Moisés] proclamando: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados...» (Ex 34,6-7): mil generaciones de perdón y misericordia frente a sólo cuatro de castigo (lo que, para la mentalidad de la época, se puede considerar revolucionario). El v. 13 (que no se recitará en la celebración litúrgica) ratifica lo dicho: Dios perdona porque nos quiere: «como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles».
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